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Dormir en un hutong


La capital de China, Beijing, es reconocida por preservar aún miles de pequeñas callecitas y callejones que fueron construidas durante las dinastías Yuan, Ming y Qing, es decir, ¡hace más de 800 años!

Los hutongs eran nombrados de acuerdo a distintos departamentos gubernamentales de la época, a los servicios comerciales que existían en cada uno de ellos o incluso con palabras altisonantes (que ya han sido cambiados), mismos que conformaban y mostraban a una sociedad y un estilo de vida totalmente opuestos a los de la Ciudad Prohibida.

El diseño de los callejones tiende a ser sumamente estrecho, existiendo algunos de menos de 1.00 metro de ancho. Todas las casas (siheyuan) cuentan con un patio central y en ocasiones no contaban con cuarto de baño, concepto que aún se mantiene en algunas de ellas por lo que existen los baños comunitarios.


Poco a poco, éstas viviendas milenarias están convirtiéndose en espacios turísticos como pequeños restaurantes u hoteles boutique, lo cual nos permite a los extranjeros experimentar algo único e incomparable y evita sean destruidas, como lo hicieron para los Juegos Olímpicos en el 2008.

Adentrarse en éste micromundo en el caótico Beijing resulta intimidante, sobre todo si el primer contacto con éstos callejones es por la noche. Son reducidos, en forma de laberinto y con muy poco movimiento. Sin embargo, durante el día cobran vida y puedes conocer la verdadera y tradicional china, con sus viviendas, sus costumbres, y, ¿por qué no?, sus aromas. Prácticamente, recorres un entramado de historia a través de cada una de las callejuelas.

En el Hutong Bingmasi, uno de los pocos que siguen manteniéndose “en pie”, se encuentra un verdadero oasis asiático : el Kelly´s Courtyard Hotel. Con varias dudas, un poco de miedo pero a la vez un deseo de aventura, decidí hacer la reserva por toda nuestra estancia en Beijing. Llegar al hotel es bastante complicado, estando cuatro días ahí no hubo ocasión en la cual no nos perdiéramos; llegar en taxi, imposible. Sin embargo, una vez cruzas el gran portón antiguo, te recibe Jon el mánager, te hablan en inglés y asimilas el entorno, sientes tranquilidad.

Si bien no es un hotel de lujo, la atención y el concepto si son de cinco estrellas. Las habitaciones son sólo 9, todas con vista al patio central donde puedes disfrutar de la tarde con un té recién hecho o con cerveza local que encuentras en un frigobar a disposición 24/7 (así como cualquier tipo de botana que salvan la vida). La conexión a internet es excelente usando VPN.

Las habitaciones con decoración un poco ecléctica, son únicas y cómodas, especialmente después de varios kilómetros recorridos diariamente. Probablemente por el “pequeño” detalle de la escasez de baño en la distribución original de los siheyuan, la idea del ensuite está un poco forzada, pero funciona correctamente. La terraza central, así como la del segundo piso, brindan un espacio confortable donde el aislarse del caos de la ciudad, viene bien. Asimismo y a solo unos pasos (siempre y cuando no te pierdas) encuentras la estación Xisi, bancos, tiendas de autoservicio e incluso uno de los lugares más recomendados para comer pato a la pekinesa.

Un sitio en Beijing donde la atención sea especial, el servicio al cliente sea la prioridad, escapar del bullicio y poder respirar son detalles difíciles de encontrar en éste país, por lo que dormir en un verdadero hutong y ser parte de la historia de ésta maravillosa cultura es algo que se tiene que vivir al menos una vez en la vida.

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